Mi alma se queja intensamente al reclamarme por las lágrimas que no he derramado.
¡Me duele mi sangre, me duelen mis sentimiento, me duele el alma! ¡Ya no puedo reprimir más mis sufrimientos, y si lo hago, sé que reventará mi corazón! Si una presa no puede contener el agua a la que no se le da salida y se derrumba el dique por más fuerte que sea, ¿cómo podría yo contener tanto dolor al que tengo preso en mi corazón?
Soy el Dolor reprimido, y los hombres me han permitido que hable en nombre de ellos. Sé que la vida enseña a los hombre a través del Dolor, y quienes más aprenden, son los que han sabido soportarlo.
Quiero hablar por mí: Soy el Dolor, y mi corazón se atormenta con el solo pensar que puedo quedarme solo. Pero mi alma se queja intensamente al reclamarme por las lágrimas que no he derramado.
Y es cierto: he contenido y dominado dolores profundos que he sentido en mi vida. He paralizado a mis ojos para que no derramen lágrimas; he sellado mis labios para no emitir llantos ni quejas; he sujetado a mi corazón para que no exprese su sufrimiento.
Como Dolor, no he sido el Dolor humilde que llora sus penas, sino por el contrario, he sido el dolor inexpresado, el Dolor encadenado que no supo a su tiempo mostrar la desnudez de su sufrir. Mi alma, no supo aprovecharse de los dolores de mi corazón.
¡No me confundan!: no soy el masoquista que quiere sufrir. No soy tampoco el Dolor sufriente por penas imaginarias, como no soy el Dolor atenazado y atizado por las culpas. Soy simplemente "el Dolor reprimido".
Un doliente, se acuerda cuando siendo un niño muy pequeño, se enteró que su padre había muerto, y no pudo entender su sufrimiento, porque le contaron que su papá se encontraba en un mejor lugar que en la tierra. Otro doliente, contuvo su sufrimiento cuando su madre lo abandonó, y cuando sintió sus ganas enormes de llorar, le dijeron que no valía la pena, pues su madre al abandonarlo demostró que no lo quería. Un doliente bueno y fuerte, reprimió su sufrimiento ante la muerte de su hija, pues según él, tenía que dar ejemplo de fortaleza a su esposa y a sus hijos. Una pequeña doliente sintió que el mundo se hundía a sus pies, cuando se enteró de la muerte de su hermano, pero sus familiares contuvieron su llanto.
El padre doliente, aún no entiende como su adorado hijo de pocos años, se le murió en sus brazos. Pero contó con el alcohol y el trabajo, para reprimir su pesadumbre.
Dolientes ha habido en todas partes, y siempre los habrá. ¡Pero qué desgracia para aquellos que se han encerrado en su Dolor y han preferido tragarse sus lágrimas y convertir sus recuerdos dolidos en suspiros de tristeza!
Como Dolor que soy, testifico que anido en los corazones de mujeres, hombres, niños, ricos, pobres; y que igual visito la choza del pobre como los palacios de los reyes. En romances, soy testigo que se van los amores y yo me quedo. Sé, que hay dolores tristísimos que consumen vidas enteras, y que si persisten, es porque se alimentan de la sangre que derraman tantos corazones sufrientes: es el Dolor que se alimenta del Dolor.
Pero tengo una queja con aquellos dolientes que han reprimido sus dolores y que se rehúsan a quejarse, aun y cuando haya pasado mucho tiempo de aquello por lo que tanto sufrieron, pero que reprimieron, como yo que he reprimido mis mas lacerantes dolores. ¿Y en verdad, para una memoria llagada y doliente, será mucho tiempo diez, veinte, treinta o más años, de aquella muerte de su padre, de su pierna amputada por un enfermedad, del fallecimiento de su hijo, de un amor destrozado, del abandono de su padre, del hijo fallecido en la infancia?
No creo, pues como Dolor que soy, lo que más recuerdo y mantengo en mi memoria, es todo aquello que al haberme hecho mucho sufrir, me convirtió en Dolor. Me duele muchísimo mi Dolor, y me rebelo a creer que los grandes dolores son mudos. ¡No me importa que se me nuble mi alma y que me ataque la melancolía! Además creo, que si en su momento hubiera expresado y llorado mis sufrimientos, sería un Dolor arrinconado en el alma de cada doliente, y no un Dolor intenso y vivo, escondido en muchos rincones del corazón.
Creo que aun puedo expresarme como Dolor. Pienso, que los dolientes mucho harían por aliviar y curar sus sufrimientos, si ahora lo lloraran y expresaran, no importando el tiempo que haya pasado. Creo que los dolores guardados y arrinconados siempre estarán presentes, y en cambio, los sufrimientos expresados, se alivian y curan.
Lo que nos quieres decir el "Dolor reprimido", no es que estallemos en sufrimiento provocados, pero si, que tenemos todo el derecho a llorar por lo que no lloramos, a no negar más los sufrimientos que reprimimos, a no querer enterrar el sufrimiento en un falso olvido. "La memoria sufrida nunca olvidada".
La dignidad de nuestra sangre y la nobleza de nuestra alma, nos pide que es de fuertes el quebrarnos ante los dolores que no pudimos expresar, y saber, que las lágrimas que derramemos serán el más eficaz, bendito y noble disolvente de nuestros dolores pasados.
Un proverbio irlandés dice: "Las lágrimas derramadas son amargas, pero más amargas son las que no se derraman". Y todo dolor reprimido es un torrente de lágrimas hacia adentro, intensamente amargas, pues inundan el alma de pena.
El poeta Gustavo A. Bécquer expresó: " ¡Tengo miedo de quedarme a solas con mi dolor! Como Dolor que soy, quiero decirles que siempre estoy a solas; y cuando no lo expreso mediante lágrimas o palabras, como Dolor me intensifico y más me aisló. Ni en mis más profundas penas encuentro consuelo como Dolor inexpresado. ¡Cuánta razón tiene Shakespeare, cuando en su magistral obra, "Macbeth", el personaje Malcom le dice al personaje Macduff: "Da palabras sal dolor. La pena que no habla susurra al turbado corazón y lo rompe".
Extracto de la columna de "El mañana"
por Jacinto Faya Biesca.